martes, mayo 14, 2013

Rescatado por la poesía. Sigifredo López. Poemario. Presentación del libro.16 de mayo, 2013. Cali, 6:00 PM. Invitación


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Rescatado por la poesía  

Sigifredo López 

Poemario 

Presentación del libro 
16 de mayo,  2013, Cali, 6:00 PM

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Rescatado por la poesía  

Sigifredo López 

Poemario 

Presentación del libro 
Editorial: Caza de Libros ( 1 )
Prólogo de Jotamario Arbeláez (Texto completo más adelante). 
con el apoyo del Centro Cultural Comfandi. 
Lugar:  Centro Cultural Comfandi. Calle 8 No. 6-23. Piso 3. 
Entrada libre. Copa de vino. (Parqueadero en sótanos). 

NTC ... Enlaces: 

Columna de Jotamario Arbleláéz, sobre el libro, en El País, Cali, Marzo 19, 2013
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Presentación del libro en la 26 FILBo, Abril 21, 2013 

Jotamario Arbeláez, Sigifredo López y Pilar del Río
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Otras fotos:
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PRÓLOGO

Rescatado por la poesía 



Jotamario Arbeláez

NTC ... agradece al autor el aporte 
y la autorización para publicarlo. 

I 


Cada una de las miles de víctimas del flagelo que en el último medio siglo ha asolado el país, el secuestro, ha vivido su infierno particular, a cual más tremendo, pero diferente según las circunstancias personales: la edad, el sexo, el rango, la sensibilidad, el estado de salud, el estado psíquico, el estado de sus finanzas y el interés del Estado por rescatarlo. Así, el tormento de cada uno es incomparable con el del otro.  
Después de conocer su historia, y de haberla vivido como testigos todos los colombianos a través de los medios informativos, debemos aceptar que la dosis que le cupo a Sigifredo López excedió el tope de infamias. Siete años retenido en el monte, asesinan a sus 11 compañeros, se salva por estar castigado, alcanza la libertad, es recibido como un héroe de la resistencia al oprobio, y pasado algún tiempo, cuando saboreaba en familia la miel del regreso, le cae la ley acusándolo de responsable de lo que habría sido una maturranga. Logra superar esta sarta de infamias, conservando la razón y la vida, porque entre sus fortalezas afloró la más grande fuente de energía y resistencia del interior de su espíritu: la poesía. 
Qué iba a pensar Sigifredo López, cuando desde sus épocas de estudiante comenzó a escribir dichosos poemas de amor para embelesar a Patricia Nieto, en cuya conquista se le fue haciendo diestra la mano lírica, que un día le tocaría escribir los poemas más desdichados en la historia de la desdicha. Por ventura con final feliz, al momento, perdonando las bien sorteadas zancadillas.      

II 

En el vasto e inextinguible catálogo de las crueldades, refinamientos en los que el ser inhumano es experto, es difícil que exista tormento extensivo igual al secuestro, que conlleva la desaparición del ente social y la muerte en vida. Tortura física y psíquica, no sólo del que se llevan sino de los que quedan en casa, en el desamparo de su asistencia, la incertidumbre de su regreso y la desesperación por su suerte. Más la angustia por la consecución del monto del rescate, en la mayoría de los casos inalcanzable para los familiares, o que implica el desprendimiento de todos sus bienes y adquirir deudas impagables. Con el infame agravante de que en ocasiones se paga, una y más veces, y no se recupera a la víctima, a quien han ejecutado o ha muerto en las inclemencias propias del cautiverio, o sigue retenido por decisión implacable del ‘comandante’.  
Es un crimen universal y de vieja data, tanto que al soberano de los dioses griegos, a Zeus, se adjudica el rapto de Ganimedes, con fines más refinadamente voluptuosos que criminales –referencia que suena a frivolidad en esta reseña–, y la primera y eterna pieza literaria de la literatura de Occidente arranca con el secuestro consentido de Helena, esposa de Menelao, para desgracia del pueblo del raptor, tras de diez años de asedio destruido, saqueado y vilipendiado.  

III 

Fue en Colombia, por los años sesenta, cuando un viejo zorro de las guerrillas la integró como parte de todas las formas de lucha, logrando no sólo financiar ampliamente su operación militar con los abultados rescates, sino alejar a los terratenientes y ganaderos del usufructo y disfrute de sus propiedades –lugares donde por lo general los plagiaban–, produciéndose una consecuente ruina en el campo. Lo que con el paso del tiempo traería consecuencias aún más lamentables, con la aparición de cierto tipo de “héroes” de dudoso pelaje y de un accionar por lo menos escalofriante, los moto aserradores paramilitares, con la criminal complicidad del Estado, como se ha logrado comprobar y hasta castigar. 
Esta actividad guerrillera se fue volviendo menos selectiva y se apeló al secuestro indiscriminado, a veces en forma masiva en las carreteras, como las tristemente bautizadas “pescas milagrosas” por periodistas despalomados. Muchísimos secuestrados no volvieron a sus familias y a sus rutinas, aun habiendo pagado, pues a un enorme porcentaje se lo tragó la manigua y la sevicia de sus captores. Que consistía, no sólo en el más atroz confinamiento con alambradas y cadenas al cuello, a las manos y a los pies, sino en largas marchas a través de las selvas, para evitar el rescate por parte de las fuerzas militares, muchos de los cuales  tuvieron un final desastroso, como fue el caso del ex gobernador de Antioquia Guillermo Gaviria y también 11 compañeros, el de Diana Turbay y el de la “Cacica” Consuelo Araújo Noguera. Del salto de la ergástula al selvático patoneo, surge el término que subtitula este libro: “Cautividades y selverías.” Las primeras comprenden los escritos del encadenado en tinieblas y las segundas los del deambulante amarrado bajo el sol cegador. 
Al secuestro extorsivo se le combinó el secuestro a cambio de la rendición de principios del Estado. Y el secuestro político, para crear una desazón permanente en la vida republicana. Tales el de Pacho Santos por el extraditable Pablo Escobar y el consumado el 11 de Abril de 2002 por las Farc, con los 12 diputados del Valle, en el cual con sus compañeros cayó Sigifredo López. Y cuyo desenlace, por causas suficientemente aclaradas por la investigación y coincidentes con el testimonio de Sigifredo en su libro El triunfo de la esperanza, no puede ser más espantoso, y recae en un error de las Farc. Llegó sin previo aviso un comando y se empezó a generar esa otra circunstancia lastimosamente bautizada como “fuego amigo”. Que creyeron era un rescate y El Grillo dio la orden, mátenlos a todos y vámonos. Sigifredo estaba castigado, aislado de sus compañeros por insubordinación ante un guardia y a la hora de la balacera su carcelero echó a correr como un cobarde más, absteniéndose de ejecutarlo. Cuando se dieron cuenta de la trascendental metida de pata no quisieron agravar el asunto asesinando al milagroso sobreviviente.     

IV 

Si infamar es quitar la fama, honra y estimación a una persona, de infamias está repleta la historia de Colombia. Y lo más infamante es que cada nueva infamia va borrando de la memoria colectiva las anteriores. Hasta llegar a la que podría ser la peor de todas, la del ex diputado y ex secuestrado y posterior ex presidiario Sigifredo López, quien luego de ser liberado por sus malhechores captores fue aprehendido por nuestra bochornosa justicia. Acusado por la Fiscalía de ser el autor intelectual del plagio de sus compañeros y de autosecuestro, rebelión y perfidia. Y encima la responsabilidad de las 11 muertes. 
Que un reo sobreviviente de una masacre, de nuevo entre los suyos, aposentado en la libertad luego de siete años de cautiverio, sea requerido judicialmente, a raíz de unos indicios inverosímiles, por una Fiscalía suficientemente avisada por numerosos juristas y comunicadores públicos, no cabe en una mente que no esté enferma, pues de ello se podría inferirse un complot.  
Hagamos de cuenta que el Fiscal obró de buena fe buscando apuntarse un hit. Pero se arriesgó a un error estruendoso, como finalmente pasó, dejando a la víctima en todo el derecho de demandar por perjuicio extralimitado, o al Estado o al Fiscal mismo, correspondiendo a la torpeza del procedimiento y a lo que podría haber tenido, por falsos indicios y falsos testimonios, un posible final de infamia para él y para nuestra historia republicana. Y si las Farc entran en la legalidad, bien pueden ir tocándose la bolsa pensando en la reparación que les cabe. Pero nada de eso lo tiene todavía decidido este varón de dolores.  
Imagino el terror de Sigifredo en su celda de la Fiscalía durante tres meses, no sólo ante el temor de que el montaje tomara cuerpo y terminara con sus huesos cuarenta años en una cárcel, sino por quedar ante la humanidad –empezando por su madre, su esposa, sus hijos, su nieta, sus amigos, los familiares de sus compañeros infortunados y todo el país– casi como el  peor criminal de la historia. 
Finalmente la Fiscalía, al detectar las inconsistencias de los falsos testigos, y ante la información de que la nariz del instructor del secuestro en el video que se presumía era la suya, sería del abatido J.J., cerebro de la operación, no sólo ordenó poner en libertad al acusado sino que le pidió públicamente perdón, y solicitó que lo hiciera el director de policía que impulsó el atropello. Quien se permitió no acatar, en claro ejemplo, por lo menos para los legos, de insubordinación policial.  
Este caso ameritaría un Emile Zola. Como en el caso Dreyfus, la publicación de un J’accuse.  

V 

Me cuenta Sigifredo que en su inicial circunstancia desventurada la poesía cumplió una labor de sanación, porque un secuestrado es prácticamente un muerto en vida. En una vida lamentable, de encadenado, vejado e irrespetado. La poesía le sirvió para vivir –según sus propias palabras–, para sanar heridas, ya que todo lo de afuera, tanto pasado como futuro, era doloroso. Doloroso era el pensar, el recordar, el imaginar el futuro, el anhelar, el soñar. La poesía, en cambio, le servía para conjurar el dolor.  
          Se le daba un cuaderno para un año, y un esfero. Pero él, que a pesar de no fumar recibía su ración periódica de cigarrillos, los iba cambiando con los guardianes por nuevos cuadernos para llenar con sus poesías. Donde, en lugar de latigar al verdugo o renegar de la vida, se reiteran los temas de la lejanía, el olvido, la nostalgia, la tristeza, la desesperanza, el suicidio, la muerte, la añoranza, el regreso, pero siempre el amor por sobre todas las cosas, a su esposa, a su madres, a sus hijos. 
          En varias ocasiones le decomisaron sus cuadernos y se los quemaron. Por lo que decidió memorizarlos. Cada noche dedicaba horas a repetirlos mentalmente del 1 al 10, del 11 al 20, hasta lograr salvar cien, que son los que publica en este libro. El título no puede ser más pertinente, Rescatado por la poesía, pues en esta  circunstancia la policía no intervino. La poesía que le conservó la esperanza, lo preservó del suicidio, le ofreció una actividad a su mente y finalmente lo trajo a la libertad.   
           Él me dice, modesto, y sin querer ingresar a la fuerza en el sanedrín del parnaso, que la calidad de sus versos la juzgará el futuro –que es el único fiscal confiable–, pero que la función que esos poemas cumplieron fue mantenerlo con vida. Y con fortaleza para encararla. Pues sabe que es labor del poeta escribirpara enfrentar a un mundo que es una herida.Y que en esa medida el hombre es poeta cuando sueña, cuando vive, cuando añora, cuando refleja su dolor. Esa actividad con la pluma le dio dignidad a su cautiverio.Esos poemas eran su tesoro portátil, la caleta de su conciencia, unas veces en la mochila, otras veces en su memoria.
 ¿Y quién, si le da tanto valor al poema en esos abismos de la amargura y la emplea como lazarillo, no merece con honores la nombradía de poeta, dándole a su vez ante el mundo a la poesía la categoría de ángel de la guarda? Con la poesía se han cantado las hazañas de los héroes y por igual se han denunciado las desdichas de las víctimas. En este caso el victimado es además un héroe de su propia resistencia en la tierra, como ya lo habíamos señalado. 

VII 

Además de ocupar su tiempo con la poesía lo ocupaba orando, pues la oración es el poema cuando va a Dios. En circunstancias difíciles el hombre se aferra a Dios.En la opción de creer o no, él decidió creer y orar con toda la intensidad. Hasta tuvo experiencias místicas. La Virgen le habló y le dijo: “El milagro está hecho”. Acababa de ocurrir la “operación Jaque”. Cinco meses después llegaba la noticia de su liberación, que para él no fue una sorpresa porque ya la sabía. Durante esos cinco meses se había estado preparando para su liberación, “porque la Virgen me lo había soplado”. 
          A otros la poesía les sirve para promoverse en la tierra. Pero se necesita ser un poeta del mejor acero para lograr conmover el cielo, y gracias a la poesía regresar sano y salvo de su paso por dos infiernos. 
“Hoy me siento un hombre muy feliz termina diciéndome, porque no pienso en todo lo sufrido, sino en cómo Dios me dio fuerza, y cómo de alguna manera soy un bendecido por él, y en esa medida ya no tengo derecho a la tristeza, ni siquiera a quejarme. Ahora disfruto, busco la alegría de cada día, soy feliz con una conversación, con una oración, con una tarde, tratando de llevar una vida menos veloz y torpe de la que  hasta entonces llevaba. Y creo que ésa ha sido otra cara de la existencia que me ha mostrado la poesía.” 


VIII 

 He oído quejas de escritores con pretensión de profesionales de que los editores están desviando su labor publicando libros de diletantes, sin contar con las circunstancias de lo que vivieron o padecieron. En ese editorial despiste figurarían, en lo histórico, el Diario de Ann Frank,  y en nuestro asombrado presente y país, la Memoria por correspondencia de Emma Reyes. Cuando en 1968 Jaime Jaramillo Escobar publicó las Cartas del soldado desconocido, con base en lo que nos escribía desde su calabozo en la Guajira el recluta Pedro Blas Julio Romero, de 17 años, se generó una conmoción ante semejante magnificencia expresiva de un padecer, pero se pensó que era un fraude. Estos poemas de Sigifredo López no tienen la intención de transformar la poesía colombiana, ni colarse entre sus lumbreras, ni ponerse de ejemplo para que así escriban los poetas que vienen, que para ello tendrían que someterse a los infiernos por los que él pasó durante tanto tiempo. Es cosa muy distinta y hasta habitual que en la profundidad de su biblioteca, acompañados de su ración de whisky con  pasabocas, poetas libres escriban sus versos libres y conmuevan a la audiencia con la manifestación de sus cuitas reales o exageradas, que resultan ridículas comparadas con las que están de presente en estos poemas. Los poemas de Sigifredo paliaron la desgracia, atemperaron la desesperación, alimentaron la esperanza, rellenaron el vacío, mitigaron los dolores, endulzaron la amargura, apaciguaron los temores, detuvieron el suicidio. No son una crónica histórica de los siete años de duro cautiverio y penosa errancia, ni siquiera una queja contra la inhumanidad de sus carceleros, ni contra esa indiferencia del Estado tan parecida al olvido, ni contra la suspensión de sus sueldos, ni una confesión de desfallecimiento final. Es el uso del poema como oposición a la vecindad de la muerte dándole una vislumbre al futuro. Y sobre todo, y esto sublima el episodio, de canciones de desesperado amor a su esposa, a quien escribiera en su juventud las primeras, esperanzado de hacerla suya, tal como lo logró en realidad.     
La belleza de estos poemas radica en la dureza de su vivencia y en su sinceridad manifiesta, en su desgarramiento, en su interrogar al vacío “¿qué hago aquí?”, o “¿por qué me tocó a mí vivir esto?” Con la poesía ganó Sigifredo la vida y la libertad, y ante este hecho, repito, gana la poesía al aparecer como milagrosa varita de supervivencia.  
El poeta liberado ha llegado a decirme que, en su desencanto por la política a la que entregó su vida y que por poco le cobra la misma, ha pensado en dedicarse de lleno a la poesía. Le he aconsejado que no abandone la política, actividad donde ha ganado y merece que se abran todas las puertas de la reivindicación, evadidas las zancadillas, dado que el pueblo es sensible a sus crueles e injustos padecimiento. En cambio, si se consagra de lleno a la poesía, es como si se entregara voluntariamente a un nuevo martirologio, del que ya no va a salvarlo ni el patas.         

Bogotá, marzo 2012 


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La madre Laura y los versos de Sigifredo López
Por: María Elvira Bonilla
María Elvira Bonilla
Lo olvidamos todo. Olvidamos lo que pudo haber sido permanecer años de terror y agonía en la selva, secuestrados en el torbellino demencial de la guerra, sometidos a unos seres dominados por instintos animales, como ocurre con muchos de los guerrilleros de las Farc. Como ocurrió con alias Grillo cuando, aturdido por su propio miedo y con su crueldad desbocado, ordenó: “asesínelos a todos y vámonos”; la orden fatal de la que se salvó el exdiputado de Valle Sigifredo López.
Olvidamos las semanas del deambular demencial por una jungla espesa y húmeda donde no llega el sol. Olvidamos los vejámenes, los abusos, la infamia que padecieron ahogados por la desesperanza cientos de colombianos secuestrados, hasta que nuevamente alguien se atreve a recordárnoslo, como hace Sigifredo López en su libro Rescatado por la poesía.
“Lodo helado que nubla la razón. De lodo helado es esta guerra que avergüenza la memoria”, dice en uno de los versos de los cien poemas que construyó con una cadena al cuello para vencer el odio, para dignificarse frente a la humillación. Poemas que debió memorizar porque los guerrilleros le arrebataron los cuadernos de páginas húmedas y arrugadas en los que garrapateó palabras y más palabras. Unos mejores que otros, como en todo libro de poemas, los versos de Sigifredo López son una puerta de entrada a ese miserable mundo en el que “la mente es cautiva del delirio y el rostro se pierde en el horror” que ojalá nunca nadie vuelva a padecer en Colombia.
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Sigifredo López presentó su libro ‘Rescatado por la poesía’
Sigifredo López, autor de ‘Rescatado por la poesía’, asegura que 
“a quien le guste la poesía, estos versos le arañarán el corazón”. Archivo El País

Contiene poemas escritos durante su cautiverio de siete años y que conservó en su memoria. Versos que liberaron su espíritu antes de recuperar la libertad física.


Mucha gente creía que a Sigifredo López se le despertó la vena poética durante su cautiverio de siete años a manos de las Farc. Pero ayer, con motivo de la presentación de su libro ‘Rescatado por la poesía’, se supo que de joven había sido poeta clandestino.

Los poemas que contiene la obra presentada en el Centro Cultural de Cali tienen métrica libre y carácter intimista, porque, como confesó su autor, no fueron escritos con el propósito de publicarlos, sino de sobrevivir espiritualmente a la privación de la libertad.

López confesó a El País que escribe “poemas y cuentos desde los 13 años. Cuando tenía 22 me gradué de abogado y los quemé todos, para abandonar de una vez por todas la literatura”.

No porque fuera impublicable: “Los amigos de la época consideraban que algunas cositas valían la pena”.

Ni aún hoy, después de convertirse en autor, “me arrepiento de haber quemado. Igual decisión tomé con el deporte, que lo dejé a pesar de ser campeón nacional de lanzamiento de martillo a los 18 años de edad. De pronto me toca hacer lo mismo con la política”, advierte.

Sigifredo dice que lo escrito bajo secuestro “me sirvió para sobrevivir. Es una poesía testimonial para conservar la dignidad en medio de vejámenes. Muy pocos seres humanos podrían escribir poesía con una cadena atada al cuello y con el riesgo de morir cada día, durante siete años”.

Sorprende que a pesar de estar contra su voluntad en la selva, le escribiera poemas: “La naturaleza no tenía la culpa de lo que me estaba pasando”.

¿Cómo conservó lo escrito? En la memoria: “La primera vez que intenté fugarme, los guerrilleros me castigaron quemando mis escritos y la Biblia, quitándome los cuadernos y prohibiéndome escribir. Entonces, cada vez que componía un poema lo repetía y repetía hasta aprenderlo de memoria”, cuenta.

Llegó a tener 186 poemas: “Cada noche antes de dormirme repasaba 15, hasta sabérmelos todos. Además, ocho cuentos y un ensayo sobre cómo hacer la paz”.

Cuando recuperó la libertad, López se dio a la tarea de perpetuar lo escrito: “Alcancé a recordar 110, de los cuales hay cien en el libro. También recuperé cuatro cuentos. Pero hubo muchos que no pude reconstruir. Se perdieron”, lamenta.

Y antes de despedirse, Sigifredo anunció que su próximo libro será contar “mi segundo secuestro, el que me decretó la Fiscalía. Después quiero reconstruir el libro de cuentos”.

Cadena de versos

Insomnio

Del insomnio del cautivo
brotará el sueño de una crisálida.
En algún momento de ese sueño
mi alma se convertirá en mariposa.
Volverá a cruzar el cielo
de las breves tardes concedidas
para fundir con música y versos tu/ presencia
por la que correrán dichosos
las garúas, tus colores, mi alegría y/ los crepúsculos.

Pacto de guerreros

No tendrá la selva mi cadáver,
pacto de guerreros hice con la muerte.

Si con estoico coraje
logro resistir este secuestro
devolverá con música y alegres cantos
la esquiva dicha que me está faltando,
cruzaré contigo las tardes que me/ quedan,
otra vez mis hijos besarán mi frente.
tiernos y apacibles pasarán los días.
Y en tus ojos, Patricia, mi Patricia,
brillarán de nuevo los crepúsculos.

Jamás tendrá la selva mi cadáver.
Tan solo dignidad espero de la muerte.

‘Rescatado por la poesía’

Sigifredo López. Género: poemas. 110 páginas. Caza de Libros.  Club de Lectores

Dice Jotamario Arbeláez: “Estos poemas de Sigifredo López no tienen la intención de transformar la poesía colombiana, ni ponerse de ejemplo para que así escriban los poetas que vienen, que para ello tendrían que someterse a los infiernos por los que él pasó durante tanto tiempo. La belleza de estos poemas radica en la dureza de su vivencia yen su sinceridad”.
Publica y difunde NTC … Nos Topamos Con