jueves, junio 18, 2015

NOCHE POÉTICA. Fundación de Poetas Vallecaucanos. 18 de junio, 2015, Cali

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NTC … Nos Topamos Con 
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NOCHE POÉTICA 

Fundación de Poetas Vallecaucanos

La invitación 



*** 18 de junio, 2015, Cali, 6:00 PM

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--- NOCHE POÉTICA. Fundación de Poetas Vallecaucanos. ¡20 años!. Poetas invitados: Rafael Escobar De AndreisArmando Ibarra Racines y Gabriel Ruiz ArbeláezInvita: Fundación de Poetas Vallecaucanos¡20 años!con el apoyo del Centro Cultural Comfandi. Lugar: AUDITORIO, Primer pisoCentro Cultural Comfandi, Calle 8 No. 6-23. Copa de vino. Entrada libre. Parqueadero en sótanos.  
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DESARROLLO DEL EVENTO

NTC ... CUBRIMIENTO

LA MESA

Gabriel Ruiz Arbeláez , Ciro Edgardo Cortés, Armando Ibarra Racines y Rafael Escobar De Andreis



INTERVENCIONES
VIDEOS​​


Amparo Romero Vásquez
interviene


http://youtu.be/sceaNnf_EwE
* Texto: Más adelante, al final

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interviene
"A manera de presentación" *

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Gabriel Ruiz Arbeláez
interviene
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DIÁLOGOS
El mar
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VIDEO: http://youtu.be/lX1JnjjUl_c

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FOTOGRAFÍAS ( 150)
NTC ... ÁLBUM



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Todas las fotografías en:

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TEXTOS


Esa sílaba que era el mundo

Por Amparo Romero Vásquez


Tengo un mundo
de amigos dentro de mí.
Fernando Pessoa


Mirar a través de las palabras, observar mientras hay hilos que le dan forma a cada paso, sentir que el otro se esfuma en las paredes llenas de objetos, que los cercos se rompen para que un astro se aposente donde no existe ningún punto que pueda ser el límite. Se escribe y hay  una voracidad que obliga a soltar amarras, a ser la gota de sudor que se desprende del cielo raso, la gota de sudor que  cae y abre un agujero enorme como un paréntesis.
¿Cómo esclarecer si la palabra es un vacío, o si es honda o si la palabra como ritual del silencio  es el umbral donde termina el sueño?
 Cada vez que se escribe cada quien se juega su túnica, quema su entraña. Quizás se escriba con la intención de no perder el alma y el alma muy seguramente se pierde en la noche que crece en lo inagotable de la página. Pessoa decía: que hay venenos necesarios -que escribir significa extraviarse- el no regreso.
Esa niebla que se devora los árboles tocará mis pies en este descifrar el rumbo  de los tres barcos que se desvían y se encuentran en esa interrogación de la que hablaba  Fernando Pessoa. Se intenta regresar, reconocer una piel, el olor de un cardumen, el exilio como la presencia de un parpadeo, como ese juego que descubre que está prohibido sonreír, inventarse una espora, una habitación llena de pájaros disecados y lagartijas de ojos brillantes. Una habitación llena de niños que ni en el vientre de sus madres tienen agua pura para lavar sus manos que vienen marcadas por el residuo de las bombas.
Una brújula: cada cuerpo y cada barco.
Retorno al punto de partida. Desde la creación nada calla, nada descansa, nada es tan simple como una brújula y sin embargo la brújula anticipa el gran misterio, lo balsámico que es el asombro. Señala el rumbo de las olas, ese incendio que desciende entre un alud de piedra y de ceniza. Centellea el sol a medianoche, el día se hace una tormenta y la negrura de la guerra: ajenjo que habita lo perpetuo. Nadie vela la tristeza de las canoas que bajan por el río. No se conoce la ternura, sólo ladridos espantando los rezos.
Alguien dice que todo se convierte en una simpleza, que regresamos de la infancia y ya no somos los bellos durmientes, no somos las bocas que crearon esa sílaba que era el mundo,  tampoco las manos que tocaron el mar y se hicieron el corazón de los peces, barcas que eran labios, quillas solitarias bajo la voz del agua. Ahora en el vacío nos hundimos, somos una danza roja, seres  que buscan el yodo, la sal de la herrumbre.
Armando, Rafael y Gabriel  no estoy creando ángeles o terribles demonios, ustedes son  los tres barcos, los  tres caballos de mar, los tres océanos. Cien veces han visto el paraíso, cien veces ha naufragado y han emprendido ese viaje hacía cualquier parte, y pese a todo su temblor cotidiano, sus cosas imposibles y todo lo posible, sus andanzas, sus premisas, su primer destierro donde quizás perdieron la inocencia, lo demasiado hermoso que es el hastío.
Sus impresiones diarias y su sello ocupan un espacio decisivo en sus vidas, en la literatura de una ciudad donde dicen que no pasa nada, que nadie arriesga, que todo es un olvido blanco como el universo entero. Cada uno en su viaje, en su búsqueda, en su lucidez como un cristal insomne, en su experiencia interior que señala el  luminoso caracol donde el poeta  guarda silencio en ese dulce veneno que es su propia carne.

Entre las cuatro garras que engendran cada uno de los puntos cardinales  se hielan las aguas para ver de dónde llega el viento. Ustedes son ese viento, su propio ser.

Amparo Romero Vásquez
Santiago de Cali
VI-18-2015
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* A MANERA DE PRESENTACIÓN
Por RAFAEL ESCOBAR DE ANDREIS
Un análisis de una obra poética es en cierta forma quitarle la libertad al lector para que la interprete como le dé la gana.
Las presentaciones son generalmente elogios de un autor, cuando las palmas debe lucirlas, realmente, un texto. Y si este es incapaz de lucir los laureles, qué más da. Nadie podría salvarlo, ni el más erudito en tan intangible materia.
Uno a veces se preocupa porque no tocaron a su puerta para incluirlo en una Antología, luego comprende que todo, y más en nuestro medio, es producto de los “amiguismos”, eso que funciona hasta en los altos Magistrados: yo te elijo, tú me elijes. Y solo cito lo de las Antologías como ejemplo, también suele suceder en los Concursos.
También es posible que nuestro trabajo no alcance a superar los requisitos que se exigen. Es la ley de las posibilidades y por qué no decirlo, de las capacidades. Uno no escribe lo que quiere sino lo que puede.
Aprovecho para agradecer en nombre de todos a Amparo Romero y demás miembros de la Fundación de Poetas Vallecaucanos por brindarnos este espacio, felicitarlos por sus “Veinte años” y rescatar que este ha sido siempre un espacio abierto a todas las voces.
Por lo demás nunca enseño en los talleres que busquen a toda costa el triunfo ni que se afanen en publicar, lo que realmente cuenta es que uno tenga la necesidad de escribir, más allá de halagos y lisonjas. Algo así le decía Rilke a su discípulo epistolar.
Sobre lo de publicar, el gran aforista Lichtenberg tiene una frase: “En vida publicó ocho libros, hubiera sido mejor que tuviera ocho hijos y hubiera sembrado ocho árboles”.
Y sobre eso que llaman triunfo me topé con una cita de Stevenson: “No se trata de triunfar sino de seguir fracasando con entusiasmo”.
Les presentamos entonces tres visiones del mundo, eventualmente tenemos puntos de convergencia y algunas veces, como es natural, nos separamos para mostrar un modo particular de contemplarnos en el mundo y el mundo en nosotros.
¿Acaso necesita un lector más preámbulos?

RAFAEL ESCOBAR DE ANDREIS
18 de junio de 2015
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EL INACABABLE DON DE LA PALABRA

Gabriel Ruiz Arbeláez , Ciro Edgardo Cortés, Armando Ibarra Racines y Rafael Escobar De Andreis. 
Foto: MIC, de NTC ... 

Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Loco-mbiano

La poeta Amparo Romero en el suntuoso presentación del recital de cada mes que este año conmemora los 20 años de trabajo, trajo a la imaginación la frase feliz escribir es perderse del poeta portugués Fernando Pessoa. Allí estaban en la Mesa los amigos Gabriel Ruiz Arbeláez, Armando Ibarra Racines y Rafael Escobar de Andreis como invitados a demostrar la verdad de esta frase.
Pessoa, esa lumbrera que siempre quiso esconder su cara entre seudónimos y su ortónimo, definió el oficio de quien amaba más que la pera, la carne o la manzana comer palabras y ser comido por ellas. Escribió poesía, cuentos, ensayos y todo el Libro del desasosiego en que suelta esa perla verbal que soslaya este comentario.
Escribir es un abismo en el que alguien se asoma y decide lanzarse en su vórtice y sin alas. Como Ícaro, al revés. No hay límite en ese Hades o laberinto oscuro, sin nubes ni gaviotas. Solo los guácharos ciegos habitan en las cuevas con las tarántulas que escriben también con sus patotas en la caverna. Una vez en el azogue de la caída el escritor suda en el vuelo y regurgita y mira azorado como águila en estertor.
Las palabras, entonces, danzan a su alrededor y aparecen como ensalmos nítidos. Acuden como otros pájaros a cantarle al oído toda suerte de insanias y trinos nunca oídos. Entre más baje al averno y se aleje de la vacuidad de lo terreno más se perderá en la felicidad de la palabra. Como un ave prehistórica, volará como en la película Avatar con ojos sin freno y deseará no volver atrás en su viaje por fecundos laberintos.
Perderse no es morir, ni es una desgracia para quien escribe. Todo lo contrario, perderse de lo cotidiano, de la noticia ya conocida, de la grosería de los lugares repetidos, es encontrar el camino de la Iluminación y la cordura.
Perderse, también, es dejarse comer por las palabras hasta sumergirse en la muerte de la superficialidad. Es no volver a encontrar la entrada y quedarse perdido para siempre en la región-oasis de donde nunca debió salir.
Quien ha mordido la palabra y probado la exquisitez de su desnudez no tiene a qué volver a vivir en la mesura de la procacidad y la apariencia.
 Escribir, entonces, será como montar en un potrillo en Nuquí, junto a Gabriel y su búho luminoso a levitar sobre la tranquilidad de la alta ola o a mirar con catalejos como Rafael a la niña oriental que tapaba los ojos de su muñeca para que no viera la crueldad de la guerra y los odios del humano.
Gracias, Fundación de Poetas Vallecaucanos por estos 20 años de palabras, de platos con especias y crustáceos, de noches y abismos sin regreso.  

20-06-15                                        10:59 a.m.

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